En las administraciones priistas, el primer día de mayo, conmemoración del “Día del Trabajo’’, se realizaba la marcha “de la unidad’’, encabezada por el Presidente de la República y los líderes obreros del Congreso del Trabajo.

 

Se acostumbraba que los dirigentes sindicales refrendaran “su apoyo incondicional al primer trabajador de la nación’’ y, a cambio, recibían del mandatario en turno alguna lisonja para ellos y quizá un beneficio para los trabajadores.

 

La tradición se rompió con Ernesto Zedillo y ya no se volvió a realizar el desfile interminable de trabajadores obligados a marchar en su día de descanso.

 

Ayer desde luego no hubo desfile, pero los dirigentes sindicales no han perdido la tradición de aplaudir al Presidente en turno, declarar que están con su proyecto a cambio de recibir alguna dádiva institucional.

 

López Obrador firmó ante los dirigentes sindicales el decreto para publicar la muy cuestionada reforma al sistema de pensiones, que le permitirá a su gobierno disponer de 40,000 millones de pesos de los fondos de retiro no reclamados por mexicanos mayores a 70 años.

 

El problema es que, si bien la reforma está aprobada y hoy publicada, no existen las reglas para conocer de fondo su operación.

 

Si la persona titular de la cuenta de retiro falleció, ¿no pueden sus familiares reclamar el saldo, si para eso existe un contrato entre la Afore y el trabajador?

 

¿Se hará una campaña previa para que los eventuales beneficiarios o los trabajadores vivos que no sepan que tienen esos recursos puedan reclamarlos antes de que el gobierno se los lleve?

 

¿Cuándo se considerará una cuenta “muerta’’, es decir, a los cuántos años de no tener movimientos?

 

López Obrador les prometió a unos domesticados dirigentes sindicales que para junio el gobierno estaría pagando la primera pensión del bienestar a un trabajador, pero sin que aún se conozcan cuáles son las reglas del fondo.

 

Así como inauguró una refinería que no refina, un aeropuerto sin vuelos y un tren sin trenes ni pasajeros, el Presidente promete una pensión que hasta ahorita no tiene ni reglas ni dinero.

 

Pero todos aplaudieron.

 

Como en los mejores momentos del presidencialismo priista.

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Calientito se puso el debate entre las candidatas al Senado en el estado de Sinaloa, el fin de semana pasado.

 

La diputada con licencia, Paloma Sánchez, de la coalición PAN-PRI-PRD y PES, sorprendió a propios y extraños al solicitar un minuto de silencio -que fue tomado de su tiempo-, por los muertos y desaparecidos “y por todas las voces silenciadas en la entidad’’, incluyendo a la de los periodistas.

 

Sánchez también acusó a su contrincante, Imelda Castro, senadora de Morena en pos de la reelección, de haber sido la promotora de la extinción de la Financiera Rural y de abandonar a los productores del campo.

 

Acusó también que Castro, que se asume como defensora de las mujeres, lleva como compañero de fórmula al secretario de gobierno de la entidad, Enrique Inzunza, señalado por varias mujeres por acoso sexual.

 

En esos temas, la morenista ni las manos metió.

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Víctor Velázquez, presidente del Consejo de Administración de La Cruz Azul, anunció a los cooperativistas la construcción de un estadio para el equipo de la primera división, una nueva planta productora de cemento “y un innovador proyecto deportivo’’.

 

En la conmemoración del Día del Trabajo, Velázquez reconoció que la empresa tiene muchos retos por delante derivados de los cambios en la situación económica del país, pero confió en que serán superados “gracias al ingenio, capacidad y solidaridad de los integrantes de La Cruz Azul’’.

 

      @adriantrejo

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